Estando allí en aquel café del centro hechó a andar la memoria. Su rostro se iluminó sólo recordando sus días más vitales en la romántica Venecia. Podría haber sido su estancia allí como un cuadro... Abstracto, conceptual en ocasiones, poco entendible, siempre aventurero y con adorables encajes frescos y joviales. En su memoria destacó muchos pasajes pero Diamante Negro se quedó con uno. Fué el afair que mantuvo con aquella negrita de la estación.
El cómo siempre acicalado a la vez que moderno y apuesto entró en el vestíbulo de la estación, sacó su billete y se sentó para hacer tiempo. Era verano, así que todo el mundo iba bien ligerito de ropa. Precisamente lo que le extrañó de aquella chica fueran sus vestiduras. Como a tres o cuatro metros vió una enorme melena negra y rizada que reposaba sobre el cuello de una especie de gabardina blanca de tela muy fina. Él deseaba verle el rostro, pero la chica permanecía de espaldas e inmóvil.
El transcurrir de la gente hacía que fuera perdiendo la visión en pequeños espacios de tiempo, así que decidió levantarse, caminar hacia ella y situarse justo enfrente. Por suerte para el encontró un asiento libre. Contuvo la mirada y en un espacio muy corto de tiempo indagó como seria de bella aquella chica. De una cosa estaba seguro, debía ser muy guapa! Notó antes de levantar la mirada cómo se movió la tela blanca de la gabardina, eso le hizo tan frágil que con un gesto enérgico, audaz y casi agresivo alzó el rostro, dejando a plena visión la figura de aquella chica.
Increíble! Superó con creces toda espectativa, aun mejor era inigualable, nunca pudo imaginar tanta belleza en un rostro femenino de raza negra. Se ruborizó cuando intercambiaron sus miradas, no le aguantó la vista ni tres segundos, abandonó y finalmente agachó la cabeza rendido ante tan sublime belleza.
Como puede ser alguien tan bello que requiera las miradas de la gente con tanto ansío, con tanto deseo. Aquel rostro gritaba en alaridos pidiéndole que volviera a contemplarlo de admiración.
Alzó su rostro dibujando una sutil sonrisa en el momento en que ella ya sabía que le había embrujado con un hermoso hechizo.
Volvieron a cruzar las miradas, esta vez le contuvo todo el tiempo del mundo... Esta vez creía estar poseído, contempló su rostro, fino cómo como la brisa más ligera que jamás pudiera haber imaginado. Voraz, devoró sus enormes ojos y su estilizada nariz, admiró la perfección de su cabello, intuyó el suave perfume de su cuerpo. Todo ello le hizo susurrar una palabra, entonces pronunció ... guapa!
Ella sorprendída le insinuó una mirada de desaprobación, él entendió que no le había gustado toda su admiración menos aún cuando articuló la palabra... guapa.
Se moría de la vergüenza cuando vió que ella se levantaba de su asiento y se dirigía hacia él.
Hasta acercarse, su caminar le pareció el más lento del mundo, los segundos parecían horas. Cuando estuvo frente al él la chica puso los brazos en jarra y le dijo... -Porque me miras de ese modo, nunca has visto a una negra?
Él se quería morir, pero improvisó con destellos de auténtico gentelman y contestó.
-Mira preciosa... No te sientas incomoda, te miro de ese modo porque jamás he visto una chica tan guapa como tu. Te pido mil disculpas.
La chica sonrió tapando su boca a la vez que echaba un paso hacia atrás.
El se levantó y le susurró...
-Tienes prisa...?
Sin duda fué un mágico momento. El final de aquel flirteo lo gozó sumamente melancólico en aquel café del centro. No estaba en la romántica Venecia, pero aquí se encontraba su musa, toda la razón de ser hoy, mañana y siempre.
viernes, 9 de enero de 2015
Venice...
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